Alimentación y digestión
Introducción
Marion Debus
Última actualización: 20.01.2022
Durante el proceso de digestión la sustancia alimenticia pierde cada vez más su forma y vitalidad. Es desdoblada hasta sus partículas más pequeñas, para ser construída nuevamente fuera de las paredes intestinales y constituir substancia corporal individualizada e integrada en los procesos vitales del organismo.
En la cavidad bucal la comida es percibida conscientemente según sus cualidades de gusto, lo que lleva a una secreción aumentada de saliva (“jugo del apetito”). Así comienzan los pasos de la digestión – por ejemplo con el desdoble de los hidratos de carbono por medio de la amilasa salival – y a este nivel aún se hallan estrechamente unidos a las vivencias conscientes de gusto y olfato.
Ya en el estómago la continuidad de la digestión sucede en un sentido amplio e inconsciente para el ser humano. Pero también aquí cada paso de la digestión se halla relacionado con un proceso de percepción interior. Todas las secreciones digestivas son ajustadas finamente en cuanto a cantidad y composición según los alimentos ingeridos.
Lo anímico-espiritual del ser humano, que en plena consciencia se orienta desde los órganos sensoriales hacia el mundo exterior, en el entorno de los órganos de digestión se orienta totalmente hacia el interior y orquestra los múltiples procesos de percepción, secreción y reabsorción relacionados con el metabolismo de los alimentos. Cuánto mejor sea la actividad de los órganos de digestión y cuánto más activa sea su relación con la organización sensoria o cuerpo astral dentro de la esfera inconsciente de la organización del yo, tanto mejor será la transformación y asimilación del alimento. Expresión de esa relación es por ejemplo la gran cantidad de citocinas en el ámbito del sistema digestivo, como la colecistoquinina y la grelina.